Dios callará de amor por su pueblo. En hebreo, la frase “Callará de amor”, es: “Él estará en silencio a causa de su amor”. Dios está diciendo, en esencia, “He encontrado mi verdadero amor y estoy satisfecho. No necesito buscar en otra parte porque no tengo ninguna queja y no voy a retirar mi amor. ¡Mi amor es un asunto resuelto!”
Él se preocupa por todo lo que me concierne (ver Salmos 100). ¿Puedes recibir su palabra de que él te amó antes de que se creara el mundo, antes de que existiera la humanidad, antes de que nacieras? ¿Puedes aceptar que él te amó incluso después de que cayeras en los caminos pecaminosos de Adán y te convirtieras en su enemigo? Por eso vengo a sus atrios con alabanza y acción de gracias porque estoy agradecido por quién es mi Dios.

Pero las relaciones interpersonales no son “cosas” que deban ser logradas, son más acerca del “ser” que del “hacer”, necesitan atención, intercambio mutuo, y atención para que prosperen. Las relaciones no pueden ser fuentes de fuerza vivificante si no estamos presentes en ellas y para ellas. La comunión con Dios es una profunda necesidad de todo ser humano, aún si reconocemos esa necesidad o no. La comunión con Dios es la forma en que fuimos creados para funcionar, y es en última instancia, acerca de una relación muy amorosa y muy presente con el Creador trino.



Como cristianos, estamos llamados a cultivar el interés amoroso por otras personas, pero esto siempre debe entenderse a la luz de cómo nos sentimos atraídos a una relación vivificante con Dios mismo (por ejemplo, Deut. 6: 4-5; 7: 7-9; Lev. 19:34; 1 Juan 4:19). Se nos manda a amar y a obedecer a Dios, no porque Dios sea un dictador tiránico sino porque Él creó a los seres humanos para que amen y Él sabe lo que hace se necesita para que el hombre prospere. Suya es la senda de la “vida y el bien”, en oposición a la senda de “la muerte y el mal” (Deut. 6:12-13). Fuimos hechos para disfrutar de nuestro Creador, para descansar y ser acogidos en su presencia fiel. Él sabe cómo funciona la comunión con el que da vida y se lamenta de cómo el pecado amenaza con distorsionar nuestra comunión con él. El amor, incluso con el Creador, está destinado a ser mutuo, no solo unidireccional: hemos de escuchar y hablar, para recibir y dar. Estar en comunión con Dios y con los demás es la clave para la prosperidad humana (Ef. 4:32-5:1).
Porqué la comunión con Dios es tan difícil?
Nuestro pecado y el pecado en el mundo destruyen la comunión y nos impulsan a huir de Dios. Pero fuimos diseñados para deleitarnos en nuestro Creador, para encontrar en su presencia y su poder nuestro gran consuelo y fortaleza. Como creyentes no solo hemos sido rescatados de las consecuencias condenatorias del pecado, sino también hemos sido invitados a estar en una comunión restaurada con Dios. El mundo aún está roto, y nosotros también. Esta ruptura afecta cada parte de nosotros, incluso y más que nada nuestra relación con Dios.